La tradición de las alianzas de boda entre la pareja, durante la ceremonia del matrimonio es una de las costumbres más antiguas y arraigadas del mundo, en distintas culturas.
Ya en tiempos prehistóricos algunas tribus europeas seguían un ritual por el cual las manos derechas del novio y la novia eran atadas juntas, simbolizando el enlace.
Otra versión establece que, en tiempos prehistóricos, el novio ataba hierbas alrededor de los tobillos y muñecas de la novia para evitar que su alma se escapara y, después de la ceremonia, las retiraba dejándoselas solo en los dedos. Los primeros anillos de matrimonio estaban hechos de cáñamo trenzado o cañas, formando un círculo como símbolo de eternidad. Este tipo de anillos no eran muy perdurables y, poco a poco, se fueron utilizando otros materiales más duraderos como hueso, piel, y metales hasta llegar a los más nobles y duraderos como el oro. Cuanto más caros eran los materiales utilizados, el valor del anillo representaba el grado de riqueza de quien lo regalaba.
Se cree que fueron los antiguos egipcios, allá por el 3000 a.C., los primeros en utilizar alianzas matrimoniales durante la ceremonia de la boda, pues se encontraron en sus tumbas enterrados llevando sencillos anillos hechos de plata o de oro. ¿Fueron los egipcios los que iniciaron la tradición de las alianzas de boda?
En la antigua Roma continuaron la tradición de las alianzas de boda pero a menudo era entregada por el novio al padre de la novia, como prenda. A partir del siglo II a.c., de acuerdo con Plinio el Viejo, el novio regalaba a la novia un caro anillo de boda para demostrarle que confiaba en ella, pero este anillo solo era llevado en público y no para las tareas del hogar; para ello, le daba un anillo de compromiso de hierro con una llave, llamado Anulus Pronobus, con el que le entregaba el control de las posesiones del matrimonio. Con efecto, según dice Clemente Alejandrino, se solía dar el anillo a la mujer no por adorno sino para sellar las cosas de casa, “non ornatus gratia, sed uí obsignaret que domi erant”, pues era práctica asegurar con el sello las arcas, cajones y demás utensilios en que conservaba en las despensas la provisión de comestibles para evitar toda sustracción y extravío por los esclavos. Así que, el anillo era señal de la promesa de matrimonio y con su entrega y recibo se aseguraba el esposo a la esposa, uniéndose con esta prenda sus corazones.
En el siglo I a.c. aparecieron los primero anillos puzle en Asia, donde los sultanes y jeques los usaban para etiquetar a sus esposas. Esta compleja pieza de joyería constaba de varios anillos que encajaban juntos para formar uno solo. El objetivo de estos anillos era asegurarse la fidelidad de las esposas, pues creían que si una mujer se quitaba el anillo de compromiso, no sería capaz de volver a armarlo del modo en que su esposo se lo había entregado.
En el siglo VII los visigodos, tribus germánicas que se extendieron por Europa, dejaron escrito que cuando la ceremonia de compromiso tenía lugar y el anillo había sido entregado y aceptado como prenda, aunque no hubiese habido compromiso por escrito, la promesa no podía ser rota bajo ninguna circunstancia.
No fue hasta el 860 d.C., que las alianzas matrimoniales fueron utilizadas en las ceremonias de matrimonios cristianos. Eran alianzas muy decoradas con palomas, letras grabadas o dos manos unidas. Más tarde, la Iglesia desalentó la utilización de estas alianzas recargadas, simplificándolas por simples aros de oro utilizados en el siglo XIII, cuando el obispo de Salisbury declaró el otorgamiento de un anillo como acuerdo legalmente vinculante entre un hombre y su prometida.
Los emblemáticos anillos Claddash, representando dos manos sosteniendo una corona o un corazón, datan de la época Romana y su diseño simboliza la amistad, la lealtad, los juramentos, la fe y el amor.
Estos anillos, tal como los conocemos en la actualidad se fabricaron en Irlanda en el siglo XVII y tradicionalmente, pasaban de madres a hijas. Un modo diferente de seguir la tradición de las alianza de boda.
Durante el Renacimiento se popularizaron los anillos gimmel: se trata de dos anillos idénticos que los novios llevaban por separado durante el noviazgo como símbolo de su compromiso y que se unían para siempre en el dedo de la novia durante la ceremonia de la boda.
Al mismo tiempo, durante los siglos XV y XVII se extendió en Europa el uso de los anillos Poesía: anillos de oro con adornos florales o de plantas o animales en el exterior y en cuyo interior se grababa una inscripción.
Fue entrado el siglo XX cuando ambos miembros de la pareja comenzaron a utilizar las alianzas matrimoniales como símbolo de su unión, ya que hasta entonces era una pieza llevada solo por las mujeres. Se considera que la Segunda Guerra Mundial generó un cambio radical, ya que muchos de los militares de los países occidentales que acudían al frente de batalla optaron por llevar anillos como un recuerdo de sus mujeres y sus familias que se habían quedado en casa. Y aquí comenzó realmente, la tradición de las alianzas de boda, tal como las conocemos hoy.